Es sorprendente el ver la forma en la cual los periódicos pueden lavarnos el cerebro. Tras leer una infinidad de noticias sobre los excesos de los banqueros y escuchar que ellos son los “malos”, es fácil el apoyar a Obama y querer reformar el sector financiero sin pensar en las implicaciones de esta reforma.
Según lo que leo en las noticias, los demócratas quieren impulsar una ley que regule la venta de derivados ya que este tipo de contratos fueron los causantes de la crisis. Aunque no sé los detalles de esta ley, si queremos entender la reforma que se está impulsando, debemos entender primero que es un derivado.
En términos simples, un derivado es un contrato que las empresas e individuos realizan para minimizar su riesgo. Imaginemos a un agricultor que no sabe si debe sembrar frijol o maíz ya que sus ganancias van a ser determinadas por el precio de estos productos a la hora de la cosecha. En este mundo imaginario, el agricultor sabe que el precio del frijol es por lo general bajo y que no fluctúa mucho. Es decir, el agricultor sabe que si siembra frijol no va a tener riesgos pero va a ganar poco dinero.
Por otro lado, el agricultor podría sembrar maíz, el cual es un cultivo cuyo precio (en este mundo imaginario) cambia radicalmente de un año a otro. El precio a la hora de la cosecha podría ser muy alto y brindar grandes ganancias o podría ser muy bajo y dejarlo en banca rota.
¿Qué haría el agricultor en este caso?
Sembrar frijol ya que si siembra maíz, existe el riesgo de quedar en banca rota. En un mundo simplista en el que no existen derivados, el agricultor no puede tomar riesgos.
Imaginemos ahora que un tercero se compromete a comprarle el maíz en un futuro al agricultor a un precio fijo determinado en el presente. Este tercero podría ser el dueño de una tortillería que no quiere tener la incertidumbre de no saber el precio que va a tener que pagar por el maíz que necesita, o un banquero que tiene razones para creer que el precio del maíz va a ser muy alto.
En este mundo imaginario, tanto el banquero como el dueño de la tortillería están dispuestos a ofrecerle un precio fijo al agricultor. Este precio sería mayor que el precio del frijol pero menor que el precio máximo al que podría llegar el maíz. Bajo este nuevo precio, el agricultor estaría dispuesto a sembrar maíz ya que obtendría mayores ganancias sin afrontar riesgos. El riesgo sería asumido por el banquero o el dueño de la tortillería ya que estos individuos están dispuestos a cargar con el mismo.
Esto es en términos demasiado simplistas un contrato de derivados. Los derivados son un producto que brinda un valor a la sociedad ya que distribuye los riesgos. Los derivados son usados por aerolíneas al comprar combustible y por gobiernos que quieren vender petróleo y planear finanzas públicas. Los derivados satisfacen necesidades tangibles y permiten que la economía siga avanzando.
Regular el mercado de derivados es jugar con fuego. Si no se implementa la reforma correcta (como frecuentemente ocurre en el gobierno) se corre el riesgo de terminar perjudicando solamente al agricultor y dejar intacta a la persona que debe ser regulada.
Por ejemplo, si se prohíbe que algunas instituciones usen derivados o si se complica el proceso en el que se emiten estos productos, la única consecuencia será el restringir su oferta y aumentar el costo de obtenerlos.
Espero que los políticos que están empujando la reforma financiera entiendan a fondo lo que están empujando.