Me es difícil describir al Distrito Federal de México. Baches en el pavimento, contaminación en el cielo y edificios de concreto (proveniente de uno de los tantos monopolios de
México), me hacen referirme a esta ciudad simplemente como a una urbe de color grisáceo.
Independientemente de lo fuerte (o débil) que sea mi autoestima, es fácil sentirme insignificante ante el tumulto de los automóviles, el ruido de los comerciantes y las dimensiones de este monstruo de 20 millones de habitantes. No soy matemático ni entiendo la teoría del caos. No obstante, mi instinto me dice que esta ciudad es la representación perfecta de dicha teoría. Un sistema en el cual las vidas de sus ciudadanos se entrelazan y crean una especie de armonía.
Mi novia dice que San Francisco está lleno de personajes. En México, no hay necesidad de excentricidades. La ciudad por si misma ya es surrealista. El DF mezcla culturas y perfiles que es imposible vivir aquí y evitar reflexionar sobre la infinidad de caminos que pudo haber tomado nuestra vida.
Cada punto del D.F. es un sub-universo único y muy distinto al resto. La ciudad se comporta de la misma manera que un concierge de un hotel del lujo. Solamente es cuestión de pedir y ella satisface a sus huéspedes. Un turista queda fácilmente abrumado ante la cantidad de contrastes y la diversidad que la ciudad ofrece. Una ciudad que fue creada en un pantano pero que al mismo tiempo posee más museos que cualquier otra parte de este planeta.
No creo vivir en el D.F. a largo plazo. Al igual que con otras urbes de gran movimiento, creo que el estrés me desgastaría. Las pocas veces que he trabajado en esta ciudad, lo he hecho en calidad de turista. Un extranjero que vive protegido por el ambiente artificial de un hotel o el calor y hogar de un amigo. Amigos a los cuales les debo agradecer su hospitalidad por recibirme no solamente esta semana sino cada que vengo de visita.
No conozco Méjico, pero tengo ganas. D.F. por lo que cuentas y por lo que he oído, debe de ser un monstruo. El caso es que conozco a varios españoles asentados allí y están encantados, sin intención de regresar a Europa. A mí una ciudad como ésa me acabaría engullendo. Lo mejor: ir de visita.