Reflexión: La vida es una novela

Hace ya muchos años tuve la fortuna de perder la memoria. Aunque dicha “fortuna” espantó a mis padres y me hizo tomar medicamento por varios años, admito que fue una bendición el descubrir que nuestras memorias son un tesoro que no debemos dar por sentado.

Perder la memoria me hizo escribir un diario. Escribir mis acciones y sueños me hizo descubrir que mi vida no es diferente a una novela. Un libro abierto en el cual tenemos la fortuna de ser autor, narrador y protagonista al mismo tiempo.

Escribir me hizo aprender (de manera dolorosa) que una novela necesita de emociones, personajes y eventos que valgan la pena ser contados. Escribir me hizo leer para para tener palabras para narrar lo que vivo y siento a cada momento.

Pensar que mi vida es una novela, es un ejercicio que libera. El fracaso permite escribir una secuela, los villanos se vuelven necesarios y el futuro es predecible por el pasado.

Un palacio europeo, una estación de metro, un cementerio. Cada escena puede ser excelsa si se vive de manera completa. Vagabundo, huérfano o estudiante, todos ocupan un rol en esta vida. El rey y el peón tienen la misma jerarquía. La perfección es monotonía y un personaje que no es autentico no genera simpatía.

Saber que una novela solamente puede tener un clímax nos hace vivir con perspectiva. Entender que lo que importa no es la magnitud de dicho clímax sino la sintaxis nos hace vivir de una forma que vale la pena ser contada.

Por todo esto me gusta pensar que mi vida es una novela.

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