El día de hoy vi un video sobre la felicidad y los errores que cometemos al medir las cosas que no tienen importancia. Una parte de este video (que pueden encontrar aquí) hace alusión a un discurso de Robert Kennedy que habla sobre la medición del Producto Interno Bruto (PIB).
Según este discurso, el PIB de un país incluye la manufactura de armas, la contaminación y los candados de las prisiones. Al mismo tiempo el PIB excluye la salud de los niños y la fortaleza de los matrimonios.
El texto exacto del discurso dice…
Our Gross National Product, now, is over $800 billion dollars a year, but that Gross National Product – if we judge the United States of America by that – that Gross National Product counts air pollution and cigarette advertising, and ambulances to clear our highways of carnage. It counts special locks for our doors and the jails for the people who break them. It counts the destruction of the redwood and the loss of our natural wonder in chaotic sprawl. It counts napalm and counts nuclear warheads and armored cars for the police to fight the riots in our cities. It counts Whitman’s rifle and Speck’s knife, and the television programs which glorify violence in order to sell toys to our children.
Yet the gross national product does not allow for the health of our children, the quality of their education or the joy of their play. It does not include the beauty of our poetry or the strength of our marriages, the intelligence of our public debate or the integrity of our public officials. It measures neither our wit nor our courage, neither our wisdom nor our learning, neither our compassion nor our devotion to our country, it measures everything in short, except that which makes life worthwhile.
No es nuevo el escuchar sobre la importancia de medir lo que importa. Tampoco lo es el escuchar sobre la importancia de valorar lo que tenemos. Desgraciadamente, por más que hayamos escuchado estas ideas, es muy difícil el asimilarlas.
El viernes tuve la oportunidad de cenar en la casa de un amigo y ver el bello hogar que forma con su esposa y su hija. No tengo palabras para describir la plenitud que veía en los ojos de mi colega cuando jugaba con su hija.
Al mismo tiempo, un día después salí con otros amigos de la misma edad que viven una vida totalmente distinta. Solteros y jóvenes, ellos viajan por el mundo y persiguen sus sueños.
Millones (si no es que billones) de seres humanos darían su vida por tener cualquiera de estas dos vidas. A pesar de eso, ninguno de mis amigos se siente totalmente satisfecho con lo que tienen. Al elegir un camino se ha sacrificado el otro y les resulta difícil el ignorar lo que se están perdiendo.
Elegir se convierte en una carga cuando debería ser algo maravilloso.
Por cierto, el discurso completo de Robert Kennedy se encuentra aquí.
quiero sobrinos n_n
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