4 años

Hace 1,550 días que no escribo. En estos cuatro años me casé, tuve un hijo, adopté un perro, me cambié dos o tres veces de trabajo y dejé San Francisco para regresar a Boston.

No recuerdo la razón por la cual dejé de escribir en este espacio. Lo más probable es que no haya habido razón alguna. Tal y como sucede con muchas cosas de la vida, los días sin escribir se convirtieron en semanas, las semanas en meses y los meses en años. No fue sino hasta hoy, al renovar mi subscripción, cuando decidí prestarle más atención a este blog que comencé hace 8 años.

Desearía seguir escribiendo, pero no prometo hacerlo con frecuencia. Con un bebé en casa, la noción de “horas libres” es un sueño de una vida pasada.

Asimismo, si escribo lo haré menos sobre negocios y más sobre poemas, ideas, libros o reflexiones que valgan la pena. A nadie (incluyéndome a mí mismo) le interesa leer mi opinión poco calificada sobre el límite de la deuda de Estados Unidos o el valor de mercado de cierta empresa. Por otro lado, existen poemas y reflexiones que trascienden el paso de los años y que capturan nuestra atención y alteran la forma en la cual percibimos la vida.

En pocas palabras, escribiré pensando en mi hijo. Si bien espero estar a su lado en los próximos años/décadas, no hace daño el codificar las ideas que desearía enseñarle en algún momento de su vida.

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