Es increíble pensar que llevo tres meses en San Francisco. A pesar de que siento que llevo años trabajando en este «pueblo», debo admitir que todavía no me sé el nombre de las calles que se encuentran alrededor del edificio dónde vivo.
Mi trabajo es retador e interesante. Los puntos se conectan de manera asombrosa y me agrada la gente con la que trabajo. Mi único temor (si es que tengo alguno en este momento) es el haber sido víctima de la maldición de obtener lo que quería. Quería retos y retos es lo que tengo. Quería una empresa en crecimiento y así es la empresa en la que trabajo. El siguiente paso es asimilar las implicaciones de mis deseos.
Vivir la vida sin un final claro me ha hecho reflexionar sobre lo que quiero lograr en mi vida. Llevo varias semanas repitiéndome el final del poema de Mary Oliver (“Tell me, what is it you want to do with your one wild and precious life?”) deseando obtener una respuesta.
Quiero creer que mi vida no es 100% trabajo pero no sé si mis acciones me traicionan. Quizás el secreto de la felicidad se encuentra en hacer lo que queremos rodeados de personas de nuestro agrado. Esta idea me llegó el otro día que cenaba con mi novia y varios amigos de la oficina. A mitad de la cena descubrí que todas las personas en la mesa habíamos participado en las olimpíadas de las matemáticas cuando éramos niños.
A lo mejor la vida realmente se desenvuelve de la manera que debe hacerlo.
Pues a lo que sigue… Lucas 14:24-35