Hace unos días empecé el libro de Charles Dickens titulado “Grandes Esperanzas.” Desgraciadamente no pude terminarlo ya que tras leer una cuarta parte del mismo decidí detenerme ya que la película que hicieron sobre esta novela era muy similar al libro y esto me quitó las ganas de seguir leyendo.
Recuerdo que tras ver la película pensé que era una lástima el haberla visto. Aunque el filme me gustó mucho, pensé que la novela debería de estar mejor y que desgraciadamente no iba a poder disfrutarla de la misma manera que lo hice con la película. Parece ser que estaba en lo correcto.
El mismo sentimiento me llegó tras ver la película del Conde de Montecristo. Aunque todavía no intento leer este libro, tengo la sensación de que una vez más va a ocurrir lo mismo.
Debo admitir que hay ocasiones en las cuáles si se puede leer un libro a pesar de haber visto antes la película. Si la película fue mala (como ocurre con muchas de las adaptaciones de Michael Crichton), leer el libro original se convierte en una agradable sorpresa.
En otros casos, como aquellos en los cuales el protagonista tiene una personalidad muy fuerte o el narrador juega un papel importante, también es fácil el leer la novela a pesar de haber visto la película.
Dos ejemplos que me vienen a la mente son:
- El libro de Psicópata Americano de Bret Easton Ellis
- El libro Hannibal de Thomas Harris
En ambos casos el protagonista tiene una personalidad tan compleja que es imposible capturarla correctamente en la pantalla. Aunque en la película de Psicópata Americano se puede observar que el protagonista es ciertamente materialista, se requiere leer la novela para llegar a entender al grado que realmente lo es.
Ver la película nos hace ver al protagonista a través de los ojos de un tercero. Leer la novela nos hace ponernos dentro de la cabeza de este protagonista.
Dado que ya no quiero arriesgarme, supongo que intentaré evitar ver películas que se hayan basado en novelas clásicas. El verdadero reto va a ser leerlas.